Biblioteca Popular José A. Guisasola



Cuento» Gran Hermano, de Silvia Schujer

Al mío


Me lo preguntaron como veinte veces. Y yo les contesté las veinte veces lo mismo: que sí, que me animaba. Que a los doce años pasar una noche sin los viejos no era nada del otro mundo y que yo podía hacerlo.

Y que podía hacerme cargo de la insufrible bola de plomo de mi hermana. Y que ante cualquier problema llamaba al portero.

Eso y mucho más les aseguré a mis padres aquella noche. Cuando me despertaron a eso de las once y me preguntaron de tantas maneras distintas si yo me animaba a quedarme solo en la casa mientras ellos –por alguna razón que entonces no dieron pero que se les notaba en la humedad de los ojos– se iban hasta el día siguiente.

Entonces nos despedimos y cerré la puerta por dentro. Escuché el ruido del ascensor cuando llegaba a la planta baja y a los dos segundos, los pasitos de mi hermana (ya dije que era insufrible) caminando hacia donde estaba yo. ¡Qué pesada! Siempre encima, siempre detrás.

–¿A dónde se fueron? –me preguntó entonces.

–Ni idea –le contesté haciéndome el responsable–, salieron un ratito.

–Mentira –dijo ella. Hasta mañana no vuelven.

–¿Y vos cómo sabés? ¿No estabas durmiendo?

–No –dijo–. Estaba esperando a los Reyes.

–¡Cierto! ¡Los Reyes! –murmuré– ¡Nos habíamos olvidado!

–¿Quién se había olvidado? –me apuró el monstruo–. Yo no. Y vos tampoco porque tus zapatos ahí están.

Los que se habían olvidado eran ellos, me acuerdo que pensé entonces. Preocupados como estaban, se habían ido sin dejarme ningún tipo de recomendación sobre el asunto y esa noche venían los Reyes. ¿Qué hacía yo con una hermana que todavía dejaba el agua para los camellos? ¿La sentaba en mis rodillas y le contaba? ¿La mantenía despierta unas cuantas horas más para que después se durmiera hasta que llegaran mis padres? ¿Me hacía el tarado y dejaba los zapatos vacíos?

Como no se me ocurría nada, lo primero que hice fue acompañar al pequeño plomo a la cama y leerle ese cuento de las uvas que tanto le gustaba. Quería que el sueño la venciera de una vez por todas así yo podía dedicarme a pensar tranquilo.

Cuando conseguí que planchara, fui a la cocina y decidí tres cosas. Primero, tomarme un vaso de leche, segundo, prepararme un sándwich y, tercero, revisar los placares de mis padres (y los del resto de la casa) para ver si encontraba los regalos. Después que hice todo (las dos primera cosas con éxito y la tercera, no) me puse a caminar como preso de un lado a otro del departamento sin ninguna idea clara en la cabeza. En eso estaba cuando de repente encontré un papelito doblado en cuatro sobre una cómoda y lo leí: Queridos Reyes Magos –decía, y enseguida me di cuenta de que la letra era de mi mamá–. Mi nombre es Melina. Voy a cumplir seis años y quisiera dos lindos vestidos para mi muñeca Mirta y un mazo de cartas para jugar con mi hermano. Espero que el viaje en camello les haya parecido muy precioso. Un beso y gracias. Melina.

Cuando terminé de leer sentí que el mundo se me caía encima ¿Por qué justo a mí tenía que pasarme eso? ¿Con qué cara iba a mirar yo a la más insoportable de las criaturas, cuando a la mañana abriera los ojos y en los zapatos no encontrara nada? ¿Qué le iba a decir, que los Reyes se habían retrasado, que a Melchor le había dado una descompostura en el camino? ¿Desde cuándo a los reyes –que eran tan magos– podían pasarle esas cosas tan humanas? No, no y no, me acuerdo que pensé. Pero ¿qué hacer?

Como no se me ocurría nada mejor y como –además– jamás hubiera salidos a comprar algo tan cursi como vestidos para muñecas, tomé una decisión y me puse a trabajar sin perder un minuto. Saqué un viejo mazo de cartas que había en el cajón de mi mesa de luz y agarré la cartuchera con lápices y marcadores que me habían quedado del año anterior. Corté unas hojas de cartulina en 40 rectángulos iguales –lo más iguales que me salieron– y me senté en la mesa de la cocina a dibujar. Durante toda la noche copié cada una de las barajas españolas (así las llamaba mi abuela) en cada uno de los rectángulos hasta que armé un mazo completo. Siempre fui bueno para el dibujo pero debo confesar que los Reyes, los caballos y las sotas me costaron un montón.

La cuestión es que a eso de las seis de la mañana el regalo estaba listo y lo envolví como pude. Lo puse en los zapatos de mi hermana –en los míos un lindo paquete de galletitas que encontré en la alacena– y me acosté a dormir desmayado de cansancio.

Cuando al día siguiente me desperté –bueno, ese mismo día, pero a eso de las diez– mi hermana estaba sentada a los pies de mi cama, mostrándole a su muñeca preferida (Mirta) cada una de las cartas del mazo que le habían traído los Reyes. Eso escuché. Apenas le dije hola, el plomo se me tiró encima, me llenó la cara de besos babosos como un perro (¡ask!) y me exigió que mirara mis zapatos.


Fingí cierta sorpresa cuando vi las galletitas y más sorpresa aún cuando ella me mostró su regalo.

–¡Qué lindo! –le dije lo mejor que pude–. ¿Te gustan?

–¡Me encantan! –respondió sosteniendo el mazo en su mano–. Pero no sé jugar.

Entonces me levanté, las llevé conmigo a la cocina –a mi hermana, a la galletitas, a la muñeca y a las cartas– serví dos vasos de Coca y empecé por los palos.


–Éstos son los oros –dije–. Las copas, los bastos y las espadas.

Ahí estábamos cuando llegaron mis padres y nos abrazaron aliviados.

–Parece que esta vez los Reyes sufrieron un retraso –dijo rápido mi mamá para solucionar lo que habría imaginado como un drama.

Entonces mi hermana le contestó que por casa ya habían pasado.

Y es el día de hoy (una semana más tarde) que todavía me pregunto: ¿mi hermana es tarada o es más viva que todos nosotros? No sé. En cualquier caso, el tío que se accidentó aquella noche de Reyes ya está mucho mejor.



FIN

El tesoro escondido y otras fotos de familia
Silvia Graciela Schujer; ilustrado por Alberto Pez.
© 2005, Silvia Schujer
© 2005, 2013, 2014, Ediciones Santillana S.A.
© De esta edición: 2016, Ediciones Santillana S.A.
Av. Leandro N. Alem 720 (C1001AAP)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina
https://www.loqueleo.com/ar/libro/el-tesoro-escondido


¿Qué pasa cuando llega de visita una prima casi perfecta que vive ene. Extranjero? ¿Cómo se convive con hermanos trillizos o quién se queda en casa cuando los padres se van de viaje? Estas y otras situaciones cotidianas darán origen a las desopilantes historias de este nuevo libro de Silvia Schujer. A modo de álbum familiar, retrata escenas en las que sus protagonistas -padres, hijos, hermanos, abuelos. Primos, tíos y hasta una singular vecina– nos sorprenderán. Con el talento de una de las autoras más reconocidas de nuestra literatura infantil, El tesoro escondido nos promete cuentos divertidos, mucho ingenio y una mirada siempre lúcida sobre los vínculos familiares y el mundo de los chicos.
(Texto extraído de la contratapa del libro)



A través de este libro, la autora nos propone conocer algunos “momentos” de la vida familiar. Los protagonistas: padres, hijos, abuelos, nietos, primos, viven situaciones divertidas y llenas de humor.

Los cuentos, narrados en primera persona muestran las problemáticas familiares y las situaciones cotidianas a través de la mirada de los niños que se manifiestan en los distintos relatos.

El libro está integrado por diez cuentos que tratan las distintas situaciones cotidianas con humor.

Una prima que es un “primor”, un tío que cocina, un hermano como pocos, una “dama” capaz de convivir con tres estudiantes universitarios, una tía “más buena que el agua mineral” y una vecina servicial y amable “cuyos defectos son exactamente sus virtudes” son algunos de los personajes que integran este “retrato familiar”.

Las historias que integran el libro son:

El tesoro escondido: la llegada de una prima singular trae expectativas a las hermanas que comprobarán luego que nada de lo que se había hablado de ella era verdad.

Tío Néstor cocina los viernes: un tío muy colaborador que se presta a cocinar en una familia donde cada uno tiene su propia actividad. Un relato lleno de situaciones divertidas que se generan en torno a las “confusiones” que el tío tiene a la hora de cocinar.

Gran hermano: Dos hermanos pasan una noche solos, sin sus padres. Pero no es una noche común y corriente. Se trata de la noche de Reyes. El hermano mayor se las ingeniará para que su hermana más pequeña reciba el tan ansiado regalo de la noche de reyes

La única dama: Un final sorpresivo para un relato que tiene por protagonistas a 4 varones, estudiantes universitarios, que viven en el mismo departamento y comparten su vida con la “única dama”

Éramos pocos: El abuelo paterno y la abuela materna son el centro de atención de la familia. Ambos comparten mucho más que una invitación de sus hijos y nietos. Ellos comparten un secreto que dejará con la boca abierta a toda la familia.

Familia en cadena: Cansada de estar sola, de compartir todo y de ser hija única, la protagonista de este cuento, siente en carne propia todos los inconvenientes que se le presentan al tener a sus padres separados con nuevas familias. Harta de ello, decide poner en marcha un plan para reunirse con sus “hermanos” fuera del hogar.

Misión cumplida para tía Sole: Sole, una tía soltera, la mejor del mundo para sus sobrinos, queda al cuidado de éstos cuando sus padres salen de viaje. Allí, en casa no sólo atenderá a los niños, sino que además descubrirá el amor.

Tres en uno: ¿qué siente una niña que pronto deja de ser hija única y recibir en su hogar a sus hermanos trillizos? ¿Cuáles son los problemas a los que debe enfrentarse? Un relato divertido que da cuenta de los problemas que se generan en la familia cuando hay trillizos

La fiesta inolvidable: El protagonista de este cuento debe resolver un grave problema: mostrarle el desastroso boletín de calificaciones a su padre. Un sinnúmero de situaciones ocurren en la familia, que le ofrecen un medio favorable para poder enfrentar sin angustia esa situación.

La mudanza: Una familia integrada por papá, mamá y los cinco hijos preparan la mudanza para la nueva casa. En medio de ellos, la vecina Pocha colabora con ellos para ayudarlos. Un relato que combina el humor con un inesperado e insólito final.


Enredos, travesuras, humor y ternura son ingredientes esenciales que dan al libro un marco vital en el que los lectores se sentirán identificados y atrapados cada una de las diferentes historias que plantea este libro.

Recomendado para lectores a partir de los 10 años.


Reseña: Viviana Elda Benitez
http://www.7calderosmagicos.com.ar/Reseas/rtesoroescondido.htm



En 2008, el Correo Argentino presentó durante la Feria del Libro, una obra denominada "De Pequeñeces y Estampillerías", está integrada por cuatro cuentos infantiles:



• Canción del Correo - María Elena Walsh
Gran Hermano - Silvia Schujer
• Cartas a Papá Noel - Luis María Pescetti
Mamarrachos por Carta - Ricardo Mariño



Visto y leído en:

Blog: Resultados en Letras, de Rodrigo Villalba Rojas
http://carapeguante.blogspot.com/2014/02/gran-hermano-silvia-schujer.html

Cuadernillo 4° grado - INSTITUTO CASA DE JESÚS- CUADERNILLO DE BIBLIOTECA 2015
http://exploredoc.com/doc/6218195/cuadernillo-4%C2%B0-grado

Ilustraciones:

Mariano Grassi - Stamps, play cards & book illustrations – Argentina Postal Service
https://marianograssi.com/works/stamps-play-cards-book-illustrations-%E2%80%93-argentina-postal-service
"Argentina crece leyendo"


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