Biblioteca Popular José A. Guisasola

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EL PRIMER DÍA DE CLASES
—COLORADO COLORÍN—
¿QUÉ GUARDAN EN LA MOCHILA
LOS QUE SE VAN AL JARDÍN?




DESPIERTOS DESDE TEMPRANO,
LOS MONOS, DE MADRUGADA—
GUARDAN COCOS, DIEZ MANÍES
Y CACHITOS DE BANANA.




LOS QUE SIEMPRE TIENEN SUEÑO
—REMOLONES EN MANADA—
EN LA MOCHILA ACOMODAN
TRES BOSTEZOS Y UNA ALMOHADA.




CACHORROS ALTOS, BAJITOS
CACHORRAS GRANDES, MEDIANAS
EN LA MOCHILA SE LLEVAN
TROCITOS DE LA MAÑANA.




LOS PERROS, CON DISIMULO,
SOLO PONEN GRAN EMPEÑO
POR ASISTIR A LA ESCUELA
EN LA MOCHILA DEL DUEÑO.




¿Y EL DUEÑO DE ESA MOCHILA?
LES HACE ESPACIO —YO CREO—
ENTRE HUESOS Y ALFAJORES
QUE LLEVA PARA EL RECREO.




LAS ABEJAS GUARDAN FLORES,
ZANAHORIAS LOS CONEJOS.
LAS PEQUEÑAS BLANCANIEVES
—POR LAS DUDAS— LOS ESPEJOS.




LOS OSOS DE PELO BLANCO,
LOS HORMIGUEROS, LOS PANDAS
EN LA MOCHILA ACOMODAN
PELUCHITOS CON BUFANDA.




SE DICE QUE EN HUMAHUACA
HAY UNA MOSCA INGENIOSA
QUE AL JARDÍN VIAJA EN LA OREJA
DE UNA VAQUITA ESTUDIOSA.




BAJO SU CAPARAZÓN
DA UNOS PASOS LA TORTUGA,
EN SU MOCHILA HAY UN BLOCK
CON CIEN HOJAS DE LECHUGA.


ALGUNOS GATOS ANSIOSOS
GUARDAN TRAPOS Y MADEJAS
QUE ACOMODAN POR LAS NOCHES
RONDANDO TECHOS DE TEJAS.




EL PRIMER DÍA DE CLASES
—COLORADO COLORÍN—
¿QUÉ GUARDAN EN LA MOCHILA
LOS QUE SE VAN AL JARDÍN?


CADA CUAL ES CADA UNO
CADA UNO CON SU AFÁN
PERO CON O SIN MOCHILA
A LA ESCUELA TODOS VAN.




FIN



Serie "Cuentos que cuidan" Conforman la colección:

- Cuando se van al Jardín
- El Lunes conocí a Emi
- Los Guardasecretos
- ¿Qué vas a llevar?

Autor: UNICEF
Fecha de publicación: Noviembre 2019
Idiomas: Español




La colección “Cuentos que cuidan”, con textos escritos e ilustrados por artistas de reconocida trayectoria, aborda el derecho a la educación, la inclusión, la equidad, la salud y la protección de manera accesible y apropiada a través de historias y personajes pensados y diseñados para niñas y niños en su primera infancia.

Para leer, conversar y compartir en familia cada relato es una invitación para conocer y reconocer los derechos de chicas y chicos desde la ternura, los afectos y las emociones.

La serie propone reflexiones, preguntas y actividades para que adultas y adultos hagan con ellas y ellos en base a la lectura del cuento. Cada cuento se acompaña de una guía con actividades y preguntas disparadoras para seguir dialogando, conversando y reflexionando sobre los temas y derechos que aborda la colección.

UNICEF trabaja para que todas las niñas y los niños, por igual, ejerzan y disfruten de sus derechos. Con esta serie se propone acercarles historias que inviten a las familias a conversar, pensar y conocer mejor los derechos y que inspiren a niñas y niños a promoverlos y defenderlos.



https://www.unicef.org/argentina/informes/serie-cuentos-que-cuidan



© Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), 2019.



Educación inclusiva

Escuchar, dialogar, cuidar
Acompañar el crecimiento de niñas y niños implica crear espacios de diálogo, confianza y aprendizaje que los ayuden a conocerse a sí mismos, a reconocer y valorar las diferencias, aprender a convivir en la diversidad y a respetar a las y los otros.

Las y los adultos tenemos la enorme responsabilidad de proteger sus derechos, garantizarlos y crear los espacios para que puedan ejercerlos.

Este material se ofrece como una herramienta para dialogar y reflexionar con las niñas y niños acerca de temáticas vinculadas con sus derechos, en este caso, la importancia de que todas y todos puedan ir a la escuela, el respeto por los otros y la no discriminación.

Una de las formas de acercarse a las y los niños para reflexionar sobre estos temas es a partir de cuentos e historias. A través de la ficción, las chicas y los chicos pueden reflexionar, debatir y pensarse a sí mismos en relación con otros y otras.

El cuento “Cuando se van al jardín” es un recurso para que las y los adultos puedan generar un diálogo con las niñas y niños acerca de la diversidad, el respeto por las diferencias y la inclusión.


GUÍA PARA ADULTOS

¿De qué hablamos cuando hablamos de educación inclusiva?
Cuando se habla de educación inclusiva se refiere, especialmente, a la atención a la diversidad dentro del ámbito educativo, de manera tal que todas las niñas y niños puedan acceder a la escuela y a aprender en ella.

Hablar de educación inclusiva implica, no únicamente, pensar en el acceso de las alumnas y alumnos con discapacidad a las escuelas comunes sino, también, en minimizar esas barreras que limitan el aprendizaje y la participación de todos. La ley establece que las escuelas deben incorporar prácticas que garanticen el aprendizaje de las niñas y niños con y sin discapacidad.

Discriminación, violencia escolar y el lugar de las y los adultos
Tanto en las escuelas como en el marco de la familia, las niñas y niños aprenden no únicamente contenidos, sino además, normas, hábitos, valores y formas de convivir con otros. Pero también pueden reproducirse situaciones, escenas y formas de convivencia que se enmarcan en el contexto de la sociedad en general. La violencia escolar se vincula con la violencia social en un sentido más amplio.

Cuando esto ocurre es muy importante que las y los adultos puedan dialogar con niñas y niños para resolver los conflictos, a través de la reflexión, el diálogo y estrategias que promuevan el respeto por el otro, la valoración de las diferencias y una perspectiva de inclusión que abogue por el cumplimiento de sus derechos.

Algunas sugerencias para conversar sobre el cuento “Cuando se van al jardín”

Como dijimos, este cuento puede servir como un disparador para hablar acerca de la importancia de la inclusión desde una perspectiva que valore la diferencia, que aporte al diálogo y a la reflexión y que estimule el respeto por los y las otras.

Después de leer el cuento en familia se puede conversar con las niñas y niños a partir de preguntas como:

¿Todos los animalitos del cuento iban al jardín?
¿Y cómo sería esa sala o ese jardín con animales tan distintos?
¿Habrá en la sala un espacio para que todos puedan ir al baño?
Y a la hora del almuerzo, ¿cómo se pueden organizar?
Los animales que vuelan, ¿molestarán a los otros?
¿Cómo creés que se entienden a la hora de escuchar un cuento?
¿Habrá algún animalito que no pudo llegar al jardín? ¿Por qué?
Las chicas y chicos de tu sala, ¿son todos iguales?
¿Cómo hacen para ponerse de acuerdo?
¿Te gusta que tus amigos o amigas sean diferentes? ¿Por qué?
¿Te gusta que ayuden cuando algo no te sale bien? Y ¿te gusta ayudar a otros amigos? ¿Por qué?
¿En qué te parecés a tus amigas y amigos? ¿En qué cosas son distintos?


Más allá de estas preguntas y otras que surjan en la conversación es interesante alentar la importancia de conocerse, conocer a otros, descubrir en qué nos parecemos y en qué somos diferentes y, sobre todo, destacar cómo esas diferencias nos permiten aprender de los otros y convivir mejor.


© Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), 2019.



CONFORMAN LA COLECCIÓN:



© Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), 2019.

https://www.unicef.org/argentina/



Cuento» Gran Hermano, de Silvia Schujer

Al mío


Me lo preguntaron como veinte veces. Y yo les contesté las veinte veces lo mismo: que sí, que me animaba. Que a los doce años pasar una noche sin los viejos no era nada del otro mundo y que yo podía hacerlo.

Y que podía hacerme cargo de la insufrible bola de plomo de mi hermana. Y que ante cualquier problema llamaba al portero.

Eso y mucho más les aseguré a mis padres aquella noche. Cuando me despertaron a eso de las once y me preguntaron de tantas maneras distintas si yo me animaba a quedarme solo en la casa mientras ellos –por alguna razón que entonces no dieron pero que se les notaba en la humedad de los ojos– se iban hasta el día siguiente.

Entonces nos despedimos y cerré la puerta por dentro. Escuché el ruido del ascensor cuando llegaba a la planta baja y a los dos segundos, los pasitos de mi hermana (ya dije que era insufrible) caminando hacia donde estaba yo. ¡Qué pesada! Siempre encima, siempre detrás.

–¿A dónde se fueron? –me preguntó entonces.

–Ni idea –le contesté haciéndome el responsable–, salieron un ratito.

–Mentira –dijo ella. Hasta mañana no vuelven.

–¿Y vos cómo sabés? ¿No estabas durmiendo?

–No –dijo–. Estaba esperando a los Reyes.

–¡Cierto! ¡Los Reyes! –murmuré– ¡Nos habíamos olvidado!

–¿Quién se había olvidado? –me apuró el monstruo–. Yo no. Y vos tampoco porque tus zapatos ahí están.

Los que se habían olvidado eran ellos, me acuerdo que pensé entonces. Preocupados como estaban, se habían ido sin dejarme ningún tipo de recomendación sobre el asunto y esa noche venían los Reyes. ¿Qué hacía yo con una hermana que todavía dejaba el agua para los camellos? ¿La sentaba en mis rodillas y le contaba? ¿La mantenía despierta unas cuantas horas más para que después se durmiera hasta que llegaran mis padres? ¿Me hacía el tarado y dejaba los zapatos vacíos?

Como no se me ocurría nada, lo primero que hice fue acompañar al pequeño plomo a la cama y leerle ese cuento de las uvas que tanto le gustaba. Quería que el sueño la venciera de una vez por todas así yo podía dedicarme a pensar tranquilo.

Cuando conseguí que planchara, fui a la cocina y decidí tres cosas. Primero, tomarme un vaso de leche, segundo, prepararme un sándwich y, tercero, revisar los placares de mis padres (y los del resto de la casa) para ver si encontraba los regalos. Después que hice todo (las dos primera cosas con éxito y la tercera, no) me puse a caminar como preso de un lado a otro del departamento sin ninguna idea clara en la cabeza. En eso estaba cuando de repente encontré un papelito doblado en cuatro sobre una cómoda y lo leí: Queridos Reyes Magos –decía, y enseguida me di cuenta de que la letra era de mi mamá–. Mi nombre es Melina. Voy a cumplir seis años y quisiera dos lindos vestidos para mi muñeca Mirta y un mazo de cartas para jugar con mi hermano. Espero que el viaje en camello les haya parecido muy precioso. Un beso y gracias. Melina.

Cuando terminé de leer sentí que el mundo se me caía encima ¿Por qué justo a mí tenía que pasarme eso? ¿Con qué cara iba a mirar yo a la más insoportable de las criaturas, cuando a la mañana abriera los ojos y en los zapatos no encontrara nada? ¿Qué le iba a decir, que los Reyes se habían retrasado, que a Melchor le había dado una descompostura en el camino? ¿Desde cuándo a los reyes –que eran tan magos– podían pasarle esas cosas tan humanas? No, no y no, me acuerdo que pensé. Pero ¿qué hacer?

Como no se me ocurría nada mejor y como –además– jamás hubiera salidos a comprar algo tan cursi como vestidos para muñecas, tomé una decisión y me puse a trabajar sin perder un minuto. Saqué un viejo mazo de cartas que había en el cajón de mi mesa de luz y agarré la cartuchera con lápices y marcadores que me habían quedado del año anterior. Corté unas hojas de cartulina en 40 rectángulos iguales –lo más iguales que me salieron– y me senté en la mesa de la cocina a dibujar. Durante toda la noche copié cada una de las barajas españolas (así las llamaba mi abuela) en cada uno de los rectángulos hasta que armé un mazo completo. Siempre fui bueno para el dibujo pero debo confesar que los Reyes, los caballos y las sotas me costaron un montón.

La cuestión es que a eso de las seis de la mañana el regalo estaba listo y lo envolví como pude. Lo puse en los zapatos de mi hermana –en los míos un lindo paquete de galletitas que encontré en la alacena– y me acosté a dormir desmayado de cansancio.

Cuando al día siguiente me desperté –bueno, ese mismo día, pero a eso de las diez– mi hermana estaba sentada a los pies de mi cama, mostrándole a su muñeca preferida (Mirta) cada una de las cartas del mazo que le habían traído los Reyes. Eso escuché. Apenas le dije hola, el plomo se me tiró encima, me llenó la cara de besos babosos como un perro (¡ask!) y me exigió que mirara mis zapatos.


Fingí cierta sorpresa cuando vi las galletitas y más sorpresa aún cuando ella me mostró su regalo.

–¡Qué lindo! –le dije lo mejor que pude–. ¿Te gustan?

–¡Me encantan! –respondió sosteniendo el mazo en su mano–. Pero no sé jugar.

Entonces me levanté, las llevé conmigo a la cocina –a mi hermana, a la galletitas, a la muñeca y a las cartas– serví dos vasos de Coca y empecé por los palos.


–Éstos son los oros –dije–. Las copas, los bastos y las espadas.

Ahí estábamos cuando llegaron mis padres y nos abrazaron aliviados.

–Parece que esta vez los Reyes sufrieron un retraso –dijo rápido mi mamá para solucionar lo que habría imaginado como un drama.

Entonces mi hermana le contestó que por casa ya habían pasado.

Y es el día de hoy (una semana más tarde) que todavía me pregunto: ¿mi hermana es tarada o es más viva que todos nosotros? No sé. En cualquier caso, el tío que se accidentó aquella noche de Reyes ya está mucho mejor.



FIN

El tesoro escondido y otras fotos de familia
Silvia Graciela Schujer; ilustrado por Alberto Pez.
© 2005, Silvia Schujer
© 2005, 2013, 2014, Ediciones Santillana S.A.
© De esta edición: 2016, Ediciones Santillana S.A.
Av. Leandro N. Alem 720 (C1001AAP)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina
https://www.loqueleo.com/ar/libro/el-tesoro-escondido


¿Qué pasa cuando llega de visita una prima casi perfecta que vive ene. Extranjero? ¿Cómo se convive con hermanos trillizos o quién se queda en casa cuando los padres se van de viaje? Estas y otras situaciones cotidianas darán origen a las desopilantes historias de este nuevo libro de Silvia Schujer. A modo de álbum familiar, retrata escenas en las que sus protagonistas -padres, hijos, hermanos, abuelos. Primos, tíos y hasta una singular vecina– nos sorprenderán. Con el talento de una de las autoras más reconocidas de nuestra literatura infantil, El tesoro escondido nos promete cuentos divertidos, mucho ingenio y una mirada siempre lúcida sobre los vínculos familiares y el mundo de los chicos.
(Texto extraído de la contratapa del libro)



A través de este libro, la autora nos propone conocer algunos “momentos” de la vida familiar. Los protagonistas: padres, hijos, abuelos, nietos, primos, viven situaciones divertidas y llenas de humor.

Los cuentos, narrados en primera persona muestran las problemáticas familiares y las situaciones cotidianas a través de la mirada de los niños que se manifiestan en los distintos relatos.

El libro está integrado por diez cuentos que tratan las distintas situaciones cotidianas con humor.

Una prima que es un “primor”, un tío que cocina, un hermano como pocos, una “dama” capaz de convivir con tres estudiantes universitarios, una tía “más buena que el agua mineral” y una vecina servicial y amable “cuyos defectos son exactamente sus virtudes” son algunos de los personajes que integran este “retrato familiar”.

Las historias que integran el libro son:

El tesoro escondido: la llegada de una prima singular trae expectativas a las hermanas que comprobarán luego que nada de lo que se había hablado de ella era verdad.

Tío Néstor cocina los viernes: un tío muy colaborador que se presta a cocinar en una familia donde cada uno tiene su propia actividad. Un relato lleno de situaciones divertidas que se generan en torno a las “confusiones” que el tío tiene a la hora de cocinar.

Gran hermano: Dos hermanos pasan una noche solos, sin sus padres. Pero no es una noche común y corriente. Se trata de la noche de Reyes. El hermano mayor se las ingeniará para que su hermana más pequeña reciba el tan ansiado regalo de la noche de reyes

La única dama: Un final sorpresivo para un relato que tiene por protagonistas a 4 varones, estudiantes universitarios, que viven en el mismo departamento y comparten su vida con la “única dama”

Éramos pocos: El abuelo paterno y la abuela materna son el centro de atención de la familia. Ambos comparten mucho más que una invitación de sus hijos y nietos. Ellos comparten un secreto que dejará con la boca abierta a toda la familia.

Familia en cadena: Cansada de estar sola, de compartir todo y de ser hija única, la protagonista de este cuento, siente en carne propia todos los inconvenientes que se le presentan al tener a sus padres separados con nuevas familias. Harta de ello, decide poner en marcha un plan para reunirse con sus “hermanos” fuera del hogar.

Misión cumplida para tía Sole: Sole, una tía soltera, la mejor del mundo para sus sobrinos, queda al cuidado de éstos cuando sus padres salen de viaje. Allí, en casa no sólo atenderá a los niños, sino que además descubrirá el amor.

Tres en uno: ¿qué siente una niña que pronto deja de ser hija única y recibir en su hogar a sus hermanos trillizos? ¿Cuáles son los problemas a los que debe enfrentarse? Un relato divertido que da cuenta de los problemas que se generan en la familia cuando hay trillizos

La fiesta inolvidable: El protagonista de este cuento debe resolver un grave problema: mostrarle el desastroso boletín de calificaciones a su padre. Un sinnúmero de situaciones ocurren en la familia, que le ofrecen un medio favorable para poder enfrentar sin angustia esa situación.

La mudanza: Una familia integrada por papá, mamá y los cinco hijos preparan la mudanza para la nueva casa. En medio de ellos, la vecina Pocha colabora con ellos para ayudarlos. Un relato que combina el humor con un inesperado e insólito final.


Enredos, travesuras, humor y ternura son ingredientes esenciales que dan al libro un marco vital en el que los lectores se sentirán identificados y atrapados cada una de las diferentes historias que plantea este libro.

Recomendado para lectores a partir de los 10 años.


Reseña: Viviana Elda Benitez
http://www.7calderosmagicos.com.ar/Reseas/rtesoroescondido.htm



En 2008, el Correo Argentino presentó durante la Feria del Libro, una obra denominada "De Pequeñeces y Estampillerías", está integrada por cuatro cuentos infantiles:



• Canción del Correo - María Elena Walsh
Gran Hermano - Silvia Schujer
• Cartas a Papá Noel - Luis María Pescetti
Mamarrachos por Carta - Ricardo Mariño



Visto y leído en:

Blog: Resultados en Letras, de Rodrigo Villalba Rojas
http://carapeguante.blogspot.com/2014/02/gran-hermano-silvia-schujer.html

Cuadernillo 4° grado - INSTITUTO CASA DE JESÚS- CUADERNILLO DE BIBLIOTECA 2015
http://exploredoc.com/doc/6218195/cuadernillo-4%C2%B0-grado

Ilustraciones:

Mariano Grassi - Stamps, play cards & book illustrations – Argentina Postal Service
https://marianograssi.com/works/stamps-play-cards-book-illustrations-%E2%80%93-argentina-postal-service

Cuento» Un viaje en locóptero (el simple y complicado, lento y más veloz vehículo del mundo)

No es una nave espacial, nos dijo. Ni un barco ni un tren. No es un helicóptero, nos dijo. Ni un avión, ni un triciclo ni una canoa. No anda con ruedas, nos dijo. Ni con alas ni a motor.

El locóptero es el locóptero, nos dijo. Un medio de transporte muy veloz que va más despacio que ninguno.

Se desplaza sin moverse del lugar. Se pone en marcha sin arranque. Y a diferencia del resto, el locóptero jamás puede chocar.

El que no crea, que se suba, nos dijo. Y muchos aceptamos semejante invitación.

Había lugar para todos. Hasta para los que jamás se subirían. Así es que nos ubicamos fácilmente y en un cerrar de ojos el viaje comenzó.

A poco de andar, divisamos una gruesa montaña hundida. Violeta como las mandarinas. Al instante, un parque blanco como los tomates y picante como un clavel.

Este lugar nos gusta, dijimos al mismo tiempo. Y el locóptero estacionó en el acto.

Pero no pudimos descender porque sólo había escaleras para subir.

Esta es la estación “Espumas”, nos dijo. Aquí vienen a pasar sus vacaciones las mariposas a rayas y las cebras con alas. Ya que no es posible bajar, quien se asome por la ventanilla podrá comprobar lo que digo, nos dijo. Nos asomamos entonces y, efectivamente, una enorme burbuja abrió los brazos para darnos la bienvenida a la estación “Espumas”.

Sin ajustar los cinturones, ni elevarnos, ni escapar, el locóptero retomó la marcha y seguimos viajando sin apuro.

Tropezamos con un pozo de viento caliente y, sin saber que estábamos en las tierras heladas del Sol, cambiamos el rumbo y nos fuimos derechito hacia otra parte más cercana. Todo era maravilloso.

Los paisajes hablaban. Los colores hacían un sonido parecido al de la música más luminosa. Relámpagos y refusilos pronosticaban un copioso terremoto de chocolate sobre extensos mares sembrados de rabanitos.

Sí, recuerdo que todo era maravilloso. La Tierra se distinguía perfectamente y sin largavistas. Su extraña forma cuadrada se suspendía en el espacio como el globo de un globero celeste. Racimos de batatas colgaban de la luna verde. las estrellas salían a chorros del caño de escape del locóptero. Los perros, en bandadas, volaban elegantes dando ladridos silenciosos.

Todo era maravilloso hasta que de pronto…

—¡Agárrense fuerte los codos! —nos dijo. Y un miedo con sonido a latas se apoderó de todos nosotros.

—¡Apoyen los pies sobre el techo! ¡No dejen que las orejas se escapen de sus cabezas! ¡Sostengan el ombligo en la panza! Y sobre todo, ¡Desabróchense pronto las manos!, nos dijo.

Algo había sucedido al locóptero. Un desperfecto imprevisto que ni el dueño sabía arreglar.

O probábamos entre todos, o jamás regresaríamos del viaje.

Primero intentamos arreglarlo deshojando una margarita con un destornillador. Pero no pasó nada.

Entonces hicimos estornudar a las bujías y sonamos la nariz a los frenos. Y tampoco pasó nada.

Entonces revisamos con cuidado las ventanillas y a cada una le enroscamos una tuerca acaramelada. Y no pasó nada.

Entonces desarmamos la palanca de cambios, es decir la cambiamos por un plumero.

Y cuando ya no se nos ocurría más nada que hacer y la desesperación era más ventosa que un suspiro de mosquito, el locóptero como si tal cosa (y por su propia cuenta) pronunció el primer movimiento. Un movimiento quietito, quietito. Que no iba ni para atrás ni para adelante. Ni hacia arriba ni hacia abajo.

Así, durante un largo trayecto de medio segundo, el viaje llegó a su fin.

Salimos por las puertas de entrada, como es natural. Y convencidos de que el locóptero es único, decidimos contentos volver cada cual a su casa.

—¡Vengan pronto!, —nos dijo. Y lo perdimos de vista.

Muchas cosas me asombraron camino a casa. Los semáforos, por ejemplo, con luz verde, amarilla y roja. Los autos, por ejemplo, andando todos sobre sus cuatro ruedas. El cielo, por ejemplo, de color celeste celeste. La gente, por ejemplo, usando sus dos piernas para caminar. Creí que estaba loca.

Pero no, no. Enseguida me di cuenta de que así son las cosas cuando uno no está subido al locóptero.


FIN



Publicado en Cuentos y chinventos
Colección: Libros del Malabarista
Formato: 120 mm x 180 mm
Encuadernación: Rústica
Páginas: 84
Editorial: Ediciones Colihue
Año de edición: 1986

Reseña:
Cuentos breves donde la palabra es protagonista, como el de la letra durmiente, el insólito locóptero o el puchero que se rebela contra la cocinera, y "chinventos" llenos de música como el de la ballena llena, el de la palabruja, el de Anacleta Mofleta y otros. Obtuvo el Premio Casa de las Américas en el género infantil.

Índice:
Carta a los chicos. Página 3
Países, ciudades, pueblitos y habitantes
Un abrigo para el sol. Página 11
La palabruja (chinvento). Página 16
La lana y la luna (chinvento). Página 16
Un pueblito. Página 17
Anacleta Mofleta (chinvento). Página 22
La caída de Porquesí, el malvado emperador. Página 23
Chinvento. Página 28
Un cuento encantado contado en canto. Página 29
Patatín y Patatán (chinvento). Página 34
Intermedios de Transporte
Un viaje en locóptero. Página 37
La canoa de cuero. Página 43
El reloj pulsera de la ratonera (chinvento). Página 48
Revueltas y revoltosos
La letra durmiente. Página 51
La ballena llena (chinvento). Página 56
El berrinche del sapo colorinche. Página 57
Don Cómodo Comodín (chinvento). Página 62
La pícara picante picazón (un chinvento de amor). Página 62
Rebelión en el puchero. Página 63
Arroró papito. Página 71

Este libro es para:
• Los valientes que leen solos.
• Para los curiosos que recién empiezan, pero saben pedir ayuda.
• Para los pininos que no distinguen la O de un huevito, pero pueden pedir que se los cuenten.
• Para los chicos que quieren libros "todos llenos de letras", como los de los grandes.

Visto y leído en:

Google Libros - Páginas mostradas con permiso de Ediciones Colihue SRL.
https://www.colihue.com.ar/fichaLibro?bookId=270

Prácticas del Lenguaje
https://adrianamarron.blogspot.com/2014/06/silvia-schujer.html

EDAIC Varela (Equipo Distrital de Alfabetización Inicial y Continua)
http://edaicvarela.blogspot.com/2013/07/dulce-de-beja-de-silvia-schujer-cuentos.html




Cuando empecé a escribir esta historia no me di cuenta de lo que me iba a pasar. Tal vez porque cuando uno agarra la lapicera y la apunta hacia el papel en blanco para escribir (por ejemplo un cuento), no siempre sabe todo lo que va a contar.

A veces sabe muy poco.

Es más, a veces no sabe nada.

No era éste el caso, de manera que lo que me ocurrió (mejor dicho, lo que me iba a ocurrir a poco de iniciar esta historia) verdaderamente me sorprendió. ¿Cómo iba yo a imaginar –a pensar siquiera– que teniendo las ideas tan claras como las tenía, podía faltarme una palabra? La última, para ser más exactos.

Porque precisamente en el párrafo anterior fue eso lo que descubrí: que me falta la última palabra.

Claro que, como recién estaba llegando a la mitad, no me preocupé demasiado.

Pensé: “se me debe haber escapado”, “ya va a volver”, “las palabras son así”, “van y vienen a su antojo”.

Entonces seguí escribiendo como si nada. Bueno, como si nada grave pasara. Y escribí lo que sigue, al principio con la esperanza de que la última palabra viniera sola y después buscando por todas partes sus posibles escondites.

Intenté empezar de nuevo para ver si la última se me había quedado enganchada con alguna de las primeras palabras. Puse en letra grande: CUANDO EMPECÉ A ESCRIBIR ESTA HISTORIA NO ME DI CUENTA DE LO QUE ME IBA A PASAR. Mejor dicho, de lo que ya me había pasado. Porque miré fijo letra por letra, leí en voz alta para ver si de la punta de la lengua me brotaba algo, y nada.

Entonces me fui al diccionario. De la A a la Z revisé todas las palabras metidas ahí adentro, y por más que algunas me parecieron hermosas –“clepsidra”, por ejemplo– ninguna resultó ser la última palabra de mi cuento.

Ahí nomás entré en pánico. ¿Cómo iba a ser el final? ¿Cómo podría terminarse alguna vez esta historia si su última palabra no estaba? ¿Significaba todo esto que tendría que seguir escribiendo sin pausa, hora tras hora, día tras día hasta que a la última palabra se le diera por aparecer?

Empecé a imaginarme cosas horribles. Que se me acaba la tinta, luego las lapiceras y tenía que pincharme un dedo para seguir escribiendo con sangre. Que se me terminaban los papeles, los cuadernos, las resmas... y tenía que seguir escribiendo en las paredes primero y en las veredas después. Bajo la lluvia o al rayo del sol. Entre las pisadas de la gente que a lo mejor borraba con la suela mis historias.

Fue entonces cuando decidí poner punto final en cualquier parte. Donde quedara mejor. Donde las ideas dijeran “basta”, “hasta aquí llegamos”. Donde los lectores empezaran a bostezar o a poner cara de desesperación. O a dudar sobre si ellos también podrían quedar atrapados adentro de una historia a la que siempre –por los siglos de los siglos– le habría de faltar la última.


FIN


Schujer, Silvia: “La última palabra” en Puros huesos,
Colección Pan Flauta, Sudamericana, Bs.As., 1994.

Sinopsis
¿Qué pasa cuando en la biblioteca el esqueleto tiembla de espanto? ¿Y cuando dos brujas gemelas se pelean hasta el fin? ¿Qué pasa cuando un bicho se come todos los ruidos? ¿Y cuando Morticia Adams le escribe una carta al tío Lucas?
Una de dos: o se muere de miedo o se muere de risa.

Nota de contenido:
El esqueleto de la biblioteca;
Brujas mellizas;
La leyenda del bicho comerruidos;
Querido tío Lucas;
Juegos peligrosos;
La última palabra.


Visto y leído en:

Blog: Las palabras y sus aventuras...
http://laspalabrasysusaventuras.blogspot.com.ar/2014/04/bienvenidos-al-blog-las-palabras-y-sus.html

Biblioteca Digital Julio Cortázar - Schujer Silvia
https://sites.google.com/view/bibliotecajuliocortazar/schujer-silvia



Marilin entra al negocio de ropa al mismo tiempo que la noche en la tarde.

Se dirige a la empleada que le ha salido al encuentro. Le pide un pantalón elastizado y da su talle.

La empleada entrega a Marilin la prenda. La invita de inmediato a trasladarse al probador.

Los probadores están al final del negocio. Son pequeñísimos cuartos separados entre sí por biombos y están distribuidos en dos hileras enfrentadas. Una hilera de probadores hacia la derecha. Otra, a la izquierda.

Cada probador tiene un puf donde apoyar los bártulos, un espejo grande en el frente, una cortina pesada y oscura que oficia de puerta.

Cuando una cortina está abierta, en general, el probador está desocupado.
Cuando dos probadores enfrentados están libres, los espejos se reflejan entre sí.

Marilin elige un probador desocupado de la derecha. Cierra la cortina y desaparece tras ella.

Con no poco trabajo por la escasez de espacio se quita la pollera que trae puesta y se calza los pantalones. El fácil deslizamiento del cierre corrobora el acierto en el cálculo del talle.

Primero se mira de frente. Evalúa si la reducción que se produce en el ancho de sus caderas justifica la compra. Acto seguido, el perfil.

Por último, de espaldas a su propia imagen y haciendo girar la cabeza hasta donde el cuello y los ojos acceden, se mira el reverso.

Marilin descorre la cortina y dando pasos hacia atrás se observa desde otra perspectiva. Se aleja, se acerca. Se agacha. Se vuele a parar.

En esto está, cuando una mujer que abandona el probador exactamente enfrentado al suyo deja abierta la cortina. Y es ahí cuando su imagen frente al espejo (la de Marilin) aparece seguida de una hilera de seres iguales a ella. Una fila infinita de ella misma que repite sus gestos y sus movimientos como si ensayaran una coreografía.

Marilin se entusiasma con la multiplicación de su persona.

Al compás de una música que recién ahora escucha, se pone a bailar. Fuera del probador, pero siempre frente al espejo, su cuerpo hace muecas y contorsiones que, alineados tras ella, otros cuerpos repiten a la perfección.

No puede sacarse la vista de encima.

Las empleadas la miran con indiferencia.

Por fin se acerca la que estaba atendiendo y le explica que van a cerrar.

Marilin decide la compra. Se queda con el vaquero elastizado. Entra al probador. Recoge su cartera y la pollera que traía puesta. En el espejo, infinitas Marilin recogen su cartera y la pollera que traían puesta.

Sale del probador en busca de la caja. Tras ella, infinitas Marilin salen del espejo y la siguen hacia la caja. La hilera es ordenada e interminable.

Marilin paga y con su mano derecha agarra la bolsa donde alguien ha guardado su pollera vieja. Tras ella, otra. Y otra tras la anterior. Las vendedoras despachan de prisa.

Sin darse vuelta, Marilin camina hacia la puerta de salida. La abre. Encara la calle y, a sus espaldas, una hilera de Marilin la encara también. Primero, sus cuerpos la siguen en fila. A las pocas cuadras, se desparraman entre la multitud. Algunas Marilin miran vidrieras, otras entran a la peluquería. Algunas trepan los colectivos, las más apuradas descienden por la escalera del subte. Hay una que se abraza con un hombre en una esquina.

Marilin llega a su casa. Es de noche y está cansada. Trabajó mucho ese día y también caminó.

Busca la llave en su cartera. Saluda al portero en el hall. Toma el ascensor. Baja en el quinto piso. Se detiene ante la letra B. Hace girar la llave. Por fin entra a su departamento y se saca los zapatos. Tira sobre un sillón la cartera y la bolsa donde han guardado su pollera vieja. Recuerda que tiene pantalones nuevos y se dirige al espejo del living. Se está mirando de frente cuando de pronto escucha que alguien abre la puerta de su departamento. Es ella que entra y se saca los zapatos. Enseguida se oye el ruido de una llave que se mete en su cerradura. Es ella que está abriendo la puerta. Al instante, se oye un ruido de pasos que viene por el pasillo desde el ascensor.

Son las cuatro de la mañana y Marilin ya no cabe en su propia cama.


FIN

En Cuentos Argentinos. Antología para gente joven,
Alfaguara, Buenos Aires, 1998.




Sinopsis: A cada uno de los autores aquí reunidos -exponentes indiscutibles de la mejor literatura argentina para niños y adultos- se le pidió un cuento que, por su temática o su tratamiento, estuviera dirigido a lectores jóvenes. El resultado es esta antología, integrada por quince relatos -en su mayoría inéditos- que abarcan todos los registros y enfoques de un género fascinante.
Del humor al terror, del realismo intimista a lo fantástico, estos cuentos escritos por argentinas y argentinos de hoy proponen el camino de la imaginación, el juego y la aventura. La meta de ese trayecto no es otra que descubrir o reafirmar el incomparable placer de la lectura.

Índice de contenidos de este libro

Prólogo……… Pág.7

Flores, Jorge Accame……… Pág.11
Una mujer alada, Adela Basch……… Pág.17
En puntas de pies, Elsa Bomemann……… Pág.23
Los tres apuntes de Tim, Oche Califa……… Pág.31
Una de terror, Pablo De Santis……… Pág.39
Mar de fondo, Laura Devetach……… Pág.47
Lo mejor que se tiene, Griselda Gambaro……… Pág.53
Las luces del puerto de Waalwijk vistas desde el otro lado del mar, Angélica Gorodischer……… Pág.65
Huérfano, Ricardo Mariño……… Pág.71
Huevo, Graciela Montes……… Pág.81
El diosito, Gustavo Roldán……… Pág.87
Marilin se ramifica, Silvia Schujer……… Pág.93
Princesa, mago, dragón y caballero, Ana María Shua……… Pág.99
Novios de madre, María Elena Walsh……… Pág.119
Ciencias naturales, Ema Wolf……… Pág.139
Noticia sobre autoras y autores……… Pág.151


Visto y leído en:
Sostener la lectura y la escritura
https://sites.google.com/site/sostenerlalecturaylaescritura/home/lecturas-literarias
Lengua 2 – modulo 2 - Programa de Educación a Distancia - Nivel Medio –Adultos (Pag.60/61)
http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL005053.pdf




Tito Molares era el dentista del barrio; un vecino al que nadie quería. O mejor dicho: al que nadie quería visitar.

Y es que uno llegaba a su consultorio y no solo tenía que abrir la boca como una palangana, sino, además, soportar que le metiera aparatos raros entre los dientes. Sopletes, cucharones, pinzas, taladros. En fin.

Para entonces, la imagen que todos tenían del dentista era la de un ogro. Quizá por eso, cuando alguno en la escuela se portaba mal, en vez de ponerlo en penitencia, lo amenazaban con mandarlo a lo de Tito.

Por supuesto, ninguno quería que se le cayera un diente. Y mucho menos reírse demasiado: a ver si todavía le descubrían una caries.
¡Pobre Molares! Al hombre le dolía muchísimo lo que pensaban de él. Estaba harto de que lo vieran como un monstruo, así que un buen día decidió cambiar. Se tomó unas vacaciones, se puso a estudiar magia, se recibió de mago, practicó a solas sus trucos y, una vez que se sintió seguro, volvió a abrir su consultorio.

Cuando entró el primer paciente, se quedó estupefacto. La boca se le abrió sola de la sorpresa. Y es que, en vez de recibirlo con su habitual delantal blanco, Tito apareció vestido con una capa negra y un pantalón rojo brillante.




Y eso no fue todo: para curarlo, le introdujo una pinza en la boca, dijo unas palabras mágicas y, al instante, además de una muela, le extrajo una perinola.

Desde ese día, cada vez que el doctor Molares mete algún instrumento en la boca de un paciente, lo saca con un regalito (al instrumento, no al paciente). Y ese regalito puede ser un dado, un caramelo, un boleto para entrar gratis al cine o quién sabe qué.




Desde entonces, además, la gente va al dentista mucho más seguido. Y deja que Tito les revise tranquilo los dientes. Todos se aguantan mejor las molestias –y hasta las olvidan–, porque mientras el doctor para curarlos usa el soplete, el taladro o alguna pinza, tanto unos como otros tratan de adivinar qué sorpresa les saldrá de la boca.

Y así están las cosas ahora. Con los vecinos sonrientes y su dentista también. Nunca falta algún desubicado que trate de averiguar cómo Tito hace lo que hace. Pero eso nunca podrá descubrirse porque, como es sabido, los trucos de un mago son siempre secretos.




FIN




El astronauta del barrio y otros oficios
Autor: Silvia Schujer
Ilustrador: Perica
Formato: Rústica, interior color
40 págs.
Edad: +6
Colección: Serie Amarilla
Alfaguara Infantil


Sinopsis
El señor Poquito Pérez se prepara para ir al trabajo como siempre. Pero este será un día distinto y podrá ser quien quiera... Incluso el astronauta del barrio. Un libro que cuenta las aventuras de Antonio Pirulero, el gobernante de Villa Pirulo; Celedonio, el florista de La Floresta; Malena, una artista peluquera, y muchos personajes más, que nos harán reír y pensar. Ocho cuentos sobre los oficios, con el ingenio y la pluma de Silvia Schujer.

Contenido:
Antonio Pirulero
La galera del dentista
Peluquería de campo
El botín del zapatero
El astronauta del barrio
La cocinera encantada
Rabanito Pereyra, el campeón
Flores, el florista de La Floresta


Visto y leído en:

loqueleo SANTILLANA
http://www.loqueleo.com/ar/libro/el-astronauta-del-barrio




Antonio Pirulero gobernaba Villa Pirulo. Y lo hacía pirulinamente bien, según parece, ya que los piruleños se veían conformes.

Una mañana –sin embargo– Antonio Pirulero se despertó más pirulo que de costumbre y exigió a los habitantes de la Villa que durante todo ese día abandonaran sus trabajos habituales y se dedicaran a otra cosa. ¡¿A otra cosa?! ¿Y a qué cosa? ¡Ah! Eso no lo dijo. Tan solo ordenó que, por un día, cambiaran de oficio.



—¿Y yo qué voy a ser? —se preguntaba una maestra—. ¿Bailarina? ¿Carpintera?

—¿Y yo? —se lamentaba un cartero.

—¿Y yo? ¿Y yo? ¿Y yo? —se quejaban las abogadas, los cocineros, las empleadas de los bancos y los paseadores de perros—. ¿Qué podemos hacer que no sea lo de siempre?

Sin duda aquel día empezó muy mal para casi todos los habitantes de Villa Pirulo. Pero como nadie quería desobedecer a Pirulero porque era un buen gobernante, todas las personas decidieron cumplir con la orden y cambiar de trabajo.


Así fue como durante esa jornada:

1) el mejor plomero de la Villa se fue a donde ensayaba la orquesta y se sentó a tocar el violín. ¿Bien? ¿Mal? Simplemente como le salió;

2) la más temible dentista se puso un traje de azafata y se subió a un avión. ¿Y voló? ¿Hubo un piloto que manejara? Así parece, porque nadie se quejó del viaje;

3) un arquitecto se fue a una tintorería y planchó sacos y pantalones hasta que le dolieron los brazos. ¿Y quedaron lisitos? No, más fuertes (los brazos, digo; los trajes no sé).


La cuestión es que, ese día en Villa Pirulo, toda la gente cambió de oficio y a nadie pareció hacerle mal. Más aún, algunos descubrieron que podían hacer cosas de las que nunca se habían creído capaces.

El ejemplo más claro fue el del propio gobernante. Para cumplir él también con su orden, ese día decidió ser escritor. ¿Y saben lo que escribió?

Sí. Escribió este cuento entero: el de Antonio Pirulero.



FIN



El astronauta del barrio y otros oficios
Autor: Silvia Schujer
Ilustrador: Perica
Formato: Rústica, interior color
40 págs.
Edad: +6
Colección: Serie Amarilla
Alfaguara Infantil

Un libro que cuenta las aventuras de Antonio Pirulero, el gobernante de Villa Pirulo; Celedonio, el florista de La Floresta; Malena, una artista peluquera, y muchos personajes más, que nos harán reír y pensar. Ocho cuentos sobre los oficios, con el ingenio y la pluma de Silvia Schujer.

Contenido:
Antonio Pirulero
La galera del dentista
Peluquería de campo
El botín del zapatero
El astronauta del barrio
La cocinera encantada
Rabanito Pereyra, el campeón
Flores, el florista de La Floresta


Visto y leído en:

loqueleo SANTILLANA
http://www.loqueleo.com/ar/libro/el-astronauta-del-barrio



Cuento: Instantáneas de Silvia Schujer.


La inventó sin querer y, lo que es mucho peor, sin saber cómo. La cosa es que el hombre fabricó una cámara fotográfica instantánea y ahora lo único que le importa es salir a probarla.

Está contento. Se le nota en las rodillas: por su modo de flexionarlas daría la impresión de que va a dar saltos en lugar de caminar.

Mira para todas partes. Va por la vereda. A izquierda y a derecha hay negocios y edificios. Hacia el frente, una hilera de asfalto que termina en punta, allá donde sus ojos no pueden ver más.

Arriba, el cielo. Gris. Entrecortado en algunos sectores por antenas de televisión.

En medio de tanto cemento ve un árbol y para. Le gusta y decide que será su primera foto. Enfoca la imagen que quiere capturar y aprieta el botón. El dispositivo se pone en marcha. Pasan veinte segundos e instantáneamente aparece el papel revelado. Para sorpresa del hombre, en la foto, en el lugar del árbol se encuentra retratada una semilla.

El hombre desconfía de sí mismo. Creyendo que hizo mal la toma decide seguir caminando.

Cruza una avenida hacia el sur. El paisaje de edificios empieza a desvanecerse. Las construcciones van perdiendo altura hasta no superar los dos pisos.

Veredas angostas. Casonas antiguas: grandes puertas de madera maciza y ventanas con rejas floridas.

Elige la próxima foto: la casa más vieja del barrio. Cierra un ojo. El otro lo fija en la lente. Encuadra la imagen que quiere captar. Se asegura de estar enfocando lo que desea.

Acerca su dedo al botón. Dispara y en veinte segundos asoma el papel revelado. En la foto, en lugar de la casona aparece el albañil que la construye.

Nuestro hombre desconfía de sí mismo. Presiente que algún mecanismo de su invento no funciona pero decide continuar la marcha.

Retrata un bebé y en la foto aparece una señora embarazada. Ella sonríe.

Enfoca la tormenta que acaba de desatarse y en la foto aparece un nubarrón.

Enfoca un graffiti y en la foto se retratan un aerosol y una mano que lo sostiene.

Algo alarmado con lo que ocurre y no acierta a descubrir, resuelve volver a su casa y meterse en el laboratorio a investigar.

En el camino ve una persona tirada en la vereda, la cabeza coronada por un charco de sangre. Enfoca con su cámara el cuerpo desplomado, cuando se oye que se acerca una ambulancia.

Arrima su dedo al botón y dispara. Veinte segundos, y en la foto revelada se ve un coche. A pocos centímetros del coche, la misma persona. Pero en el aire, con cara de horror e impotencia.

Para el hombre ya no hay dudas. No puede salir de su asombro y, por un instante, enmudece.

Comprende que su invento es un prodigio y no entiende cómo ha podido lograrlo. Piensa. Se pregunta. Trata de hacer memoria. Sabe que si logra reproducir su cámara, el suyo será el invento del siglo.

Piensa. Descarta la posibilidad de desarmar su máquina; teme no saber reconstruirla.

Piensa. Por fin tiene una idea y decide probar.

Se ubica frente a un espejo y se saca una foto. Veinte segundos y en el papel revelado se reconoce a sí mismo enfocando con la cámara a una persona tirada en la calle.

Le saca una foto a esa foto y en el papel revelado aparece su propia imagen enfocando con la cámara una casa vieja. Se reconoce a sí mismo frente a esa casa unas horas atrás. Le saca una foto a esa foto y en el papel revelado se retrata su silueta enfocando con su cámara un árbol.

Le saca una foto a esa foto y en el papel revelado aparece su propia imagen caminando por la vereda poblada de negocios y edificios. Hacia el frente, una hilera de asfalto que termina en punta, allá donde sus ojos no pueden ver más.

Entusiasmado, le saca una foto a esa foto y en el papel revelado se reconoce a sí mismo terminando de fabricar su cámara fotográfica.

Ahora sí, se dice. Aquí llega el principio. Le saca una foto a esa foto, y en veinte segundos, sin saber cómo y en última instancia por qué, en el papel revelado se retrata una máquina de escribir con una mujer frente a ella en el preciso instante en que va a pulsar una tecla.

La tecla del punto final.

© Silvia Schujer
FIN


Libro: “La abuela electrónica", de Silvia Schujer / Pablo Bernasconi.

El volumen cuenta con distintos capítulos: "La abuela electrónica", "Algunos cuentos de su memoria", "El último truco", "Escándalo en Tailandia", "El señor J.D.C", "¿Quién paga los platos rotos?", "Ludwing", "Instantáneas", "Hombres de 100cia" y "Epílogo".
Los relatos, editados por Primera Sudamericana, hablan sobre magos, la desaparición del dinero en el mundo, las alocadas soluciones que brindó un presidente y las peripecias de un hombre que nació y vivió tan rápido que murió casi al instante de su nacimiento, pero nadie lo notó, entre otras ocurrencias.

Schujer nació en Buenos Aires comenzó escribiendo poesía y componiendo canciones; publicó "Oliverio junta preguntas", "El monumento encantando", entre otras obras, y fue ganadora de varios premios a lo largo de su carrera literaria.
Por su parte, Bernasconi es diseñador gráfico e ilustrador, fue candidato por la Argentina al Premio Hans Christian Andersen y algunos de sus títulos son "El sueño del pequeño Capitán Arsenio" y "El diario del Capitán Arsenio". (Reseña: Noticias Terra /sociedad.)


Visto y leído en:

Biblioteca Digital Julio Cortázar - Schujer Silvia
https://sites.google.com/view/bibliotecajuliocortazar/schujer-silvia

Ilustración: SEAMOS SOCIOS - Ideas y herramientas para sumar asociados a la biblioteca popular- CONABIP
http://www.conabip.gob.ar/sites/default/files/ASOCIADOS_SOCIO_web.pdf




Qué cara, carabirurín.
Qué cara, carabirurero,
a la niña la peina la reina
y a la reina, don Pirulero.

Qué cara, carabirurero.
Qué cara, carabirurá.
A don Pirulero lo peina
Mantantirulirulá.

Qué cara, carabirurá,
qué cara, carabirurete,
a Mantantiru lo peina
la mamá del gran bonete.

Qué cara, carabirurete,
qué cara, carabirurú,
con un peinecito de oro
alquien peinará a Mambrú.

Qué cara, carabirurú,
qué cara, carabirurero,
cuando regrese Mambrú
que lo peine al peluquero.

Qué cara, carabirurero,
qué cara, carabirurín,
si están todos bien peinados,
la canción llegó a su fin.


Silvia Schujer
En: Calle de rondas, Editorial Artemisa, Buenos Aires, 2010.


Visto y leído en: CRECER EN POESÍA - PIEDRA LIBRE
Poemas para nivel inicial y primer ciclo del nivel primario
Ministerio de Educación de la Nación
Secretaría de Educación
Plan Nacional de Lectura (Recursos Literarios)
Ciudad de Buenos Aires
http://planlectura.educ.ar/


Poema: Luna Lanar


Con la lana tejí la luna
y fue una luna lanar,
la lana tenía un nudo
y fue en la luna un lunar.

Lana lunera,
luna lanar,
luna redonda
te vi sobre el mar.

En el mar se mojó la luna,
y de blanco se tiñó el mar,
y el beso que vos me diste
fue un beso de luna y sal.

Lana lunera,
luna lanar,
luna redonda
me hiciste cantar.


Silvia Schujer
En: Cuentos y chinventos, Editorial Colihue, Buenos Aires,1986.


Visto y leído en: CRECER EN POESÍA – CEGADO DE LUNA
Poemas para segundo ciclo del nivel primario
Ministerio de Educación de la Nación
Secretaría de Educación
Plan Nacional de Lectura (Recursos Literarios)
Ciudad de Buenos Aires
http://planlectura.educ.ar/



Cuento: CON UN CACHITO, de Silvia Schujer


A Felipe le faltaba un cachito. Buscó sobre el escritorio, debajo de la cama y dentro del ropero. Buscó sobre el ropero, dentro de la cama y debajo del escritorio. Y como no lo encontraba, salió de la pieza a pedirle a su mamá. La mamá de Felipe estaba en la cocina leyendo el diario. Con la cara que ponen las personas cuando leen el diario. Ni asá ni asé. Simplemente, así.

—¿Me podés dar un cachito? —preguntó Felipe.

—Acá no tengo —le contestó la mamá.

—¡Dale, má! ¡Dame un cachito! —insistió.

—Fijate en mi cartera, a ver si hay.

Buscó sobre el monedero, en el fondo de la cartera y dentro de la billetera. Buscó sobre la billetera, en el fondo del monedero y dentro de la cartera. Como no lo encontraba salió rumbo al patio a pedirle a su papá. El papá de Felipe estaba en el techo arreglando la antena de televisión.

—Necesito un cachito —le dijo Felipe.

—Y yo necesito un montón —le contestó su papá. Y creyendo que había dicho algo graciosísimo se puso a reír como loco y estuvo a punto de decirlo otra vez. Pero no. Cuando vio que Felipe se ponía serio, siguió arreglando la antena de televisión. Como no lo encontraba en su casa, Felipe fue a caminar por el barrio para buscar un cachito “porai”. Se paró frente a un quiosco y preguntó:

—¿Tiene un cachito?

—Sí —contestó el quiosquero.

—¿Me lo puede prestar?

—Te lo puedo vender.

—¿Y si no tengo plata?

—Si no tenés plata, otra vez será.

A Felipe le faltaba un cachito, solamente un cachito. Nada más que un cachito. Y, aunque parezca mentira, no lo podía encontrar.

Buscó entre las baldosas, debajo de sus pasos y en medio de la gente. Buscó entre paso y paso, dentro de la gente y en medio de las baldosas. Hasta que se hizo un poco tarde y decidió volver a su casa.

Fue entonces cuando un chico que pasaba en triciclo por la misma vereda por la que Felipe volvía, levantó algo del suelo y le dijo:

—Se te cayó algo.

—¿Qué cosa?

—No sé —contestó el otro—. Un cachito…

—¡Mi cachito! —gritó Felipe mientras el nene se alejaba en el triciclo.

Y cuando lo agarró y miró, y vio que era el cachito que le faltaba, pegó un salto tan alto que pensó que nunca iba a poder bajar. Pero bajó. Y pudo seguir caminando. Y llegó a su casa. Y se metió feliz en su pieza.

No se imaginan… no se imaginan la cantidad de cosas que inventó Felipe con un cachito. Apenas con un cachito.


FIN


Ilustración: ©Ricardo Rossi
http://ilustrarossi.blogspot.com/





Hijo de Glotón segundo y nieto de un gran Rey, Porquesí fue el gobernante más temible que hubo en las tierras del país. Apenas asumió el mando, al morir su padre, redactó la primera ordenanza que, en un largo bando, fue leída al pueblo en plaza pública.

“Todo árbol de frutas que crezca en tierras del País —decía la orden— deberá ser entregado de raíz a este gobierno. Firmado: Porquesí.”

Sin protestar —porque nunca lo habían hecho—, los paisanos entregaron sus árboles a las autoridades, dejando sus propios jardines completamente vacíos.

Así fue como al llegar el tiempo de la recolección, el palacio se llenó de incalculables canastos de fruta, con las que el emperador hizo preparar dulces y más dulces. Tantos, que ni al cabo de largos años logró terminar de comer. Y fue durante esos años que, descuidados y hartos de frutos que nadie podía recolectar, los árboles se enfermaron y murieron, uno a uno, en las tierras del emperador.

Porquesí, entonces, redactó la segunda ordenanza que, en un largo bando fue leída en plaza pública.

“Tras la inesperada muerte de los árboles —decía la orden— y ante la falta de sus frutos, deberán entregar a este gobierno las risas de todos los chicos que habiten el País.”

Desde entonces, en enormes bolsas que eran llevadas al palacio, los chicos depositaban sus sonrisas por obligación.

Con ellas el malvado emperador hacía preparar el dulce más rico del mundo: mermelada de risas. Jalea de carcajadas infantiles, que se convirtieron en el manjar más precioso de su majestad. Era el dulce más dulce que se había conocido. Fue metido en frascos y vendido a otros monarcas a precios sin igual.

Sin embargo, tanto esplendor no duró mucho: como era de suponer, pasado un tiempo, los chicos del País empezaron a entristecerse, perdiendo poco a poco las ganas de reír.

Hasta que definitivamente dejaron de hacerlo, y la fabricación del sabroso producto llegó a su fin.

Entonces vino la tercera ordenanza que, en un largo bando, fue leída al pueblo en plaza pública.

“Todo chico que no quiera reírse —decía la orden— será severamente castigado por este gobierno.”

Y los fieles seguidores de Porquesí se lanzaron a la persecución. Los chicos trataban de reírse, pero no podían. Aterrorizados por el castigo, imitaban un sonido parecido al de las carcajadas, que los glotones de Porquesí, sin distinguir, cargaban en sus bolsas al palacio.

Con ellas, que eran una mezcla de miedo y de imitación, los dulces que prepararon para el emperador resultaron más amargos que la hiel. Más salados que una lágrima.

¡Pueblo de traidores! —gritó entonces Porquesí. Y armó un poderoso ejército para saquear nuevos países.

Viendo cómo su gobernante pretendía entristecer a los chicos de todo el mundo, los paisanos se enfurecieron y, por primera vez, decidieron enfrentarlo.

La sola idea de vencer a Porquesí los puso contentísimos. Y sin darse cuenta organizaron un festejo que de pronto coloreó las calles del País.

Como se imaginarán, tanta felicidad despedía un olor exquisito. Atraído por él, Porquesí quiso probar de qué se trataba. Creyó que se daría el mejor de los banquetes. Pero apenas lo intentó un fuerte dolor de estómago lo hizo caer al suelo. Cayó y cayó y cayó. Con tanta fuerza que jamás pudo volver a levantarse.

Y así termina este cuento. Un capítulo que en la historia universal se conoce como la gloriosa Caída de Porquesí, el malvado emperador de un País.



FIN

Publicado en “Cuentos y chinventos”, Libros del malabarista, Ediciones Colihue


Colección: Libros del Malabarista
Formato: 120 mm x 180 mm
Encuadernación: Rústica
Páginas: 84
Editorial: Ediciones Colihue
Año de edición: 1986

Reseña:
Cuentos breves donde la palabra es protagonista, como el de la letra durmiente, el insólito locóptero o el puchero que se rebela contra la cocinera, y "chinventos" llenos de música como el de la ballena llena, el de la palabruja, el de Anacleta Mofleta y otros. Obtuvo el Premio Casa de las Américas en el género infantil.

Índice:
Carta a los chicos. Página 3
Países, ciudades, pueblitos y habitantes. Página 9
Un abrigo para el sol. Página 11
La palabruja (chinvento). Página 16
La lana y la luna (chinvento). Página 16
Un pueblito. Página 17
Anacleta Mofleta (chinvento). Página 22
La caída de Porquesí, el malvado emperador. Página 23
Chinvento. Página 28
Un cuento encantado contado en canto. Página 29
Patatín y Patatán (chinvento). Página 34
Intermedios de Transporte. Página 35
Un viaje en locóptero. Página 37
La canoa de cuero. Página 43
El reloj pulsera de la ratonera (chinvento). Página 48
Revueltas y revoltosos. Página 49
La letra durmiente. Página 51
La ballena llena (chinvento). Página 56
El berrinche del sapo colorinche. Página 57
Don Cómodo Comodín (chinvento). Página 62
La pícara picante picazón (un chinvento de amor). Página 62
Rebelión en el puchero. Página 63
Arroró papito. Página 71

Estos libros son para:
• Los valientes que leen solos.
• Para los curiosos que recién empiezan, pero saben pedir ayuda.
• Para los pininos que no distinguen la O de un huevito, pero pueden pedir que se los cuenten.
• Para los chicos que quieren libros "todos llenos de letras", como los de los grandes.


Visto y leído en:

Visto y leído en: EDAIC Varela (Equipo Distrital de Alfabetización Inicial y Continua)
http://edaicvarela.blogspot.com/2013/07/dulce-de-beja-de-silvia-schujer-cuentos.html

Prácticas del Lenguaje (El material que se publica en este sitio tiene fines educativos)
https://adrianamarron.blogspot.com/2014/06/silvia-schujer.html

Biblioteca Digital Julio Cortázar - Schujer Silvia
https://sites.google.com/view/bibliotecajuliocortazar/schujer-silvia


Cuento: El esqueleto de la biblioteca, de Silvia Schujer.


Ahí estaba yo. Entre un montón de mapas enrollados como tubos y el armario con puertas de vidrio. Me pararon en ese lugar cuando estrenaron la biblioteca y ahí quedé hasta que pasaron las cosas.

La biblioteca se inauguró una mañana. Hubo gran revuelo en la escuela ese día. En principio, suspendieron las clases. Los únicos invitados a presenciar el acto fueron los maestros, los directores, los vices, los inspectores y, por supuesto, el intendente. Las autoridades se ubicaron ante la puerta. Cortaron una cinta, descubrieron una placa, aplaudieron y entraron (días más tarde la secretaria recordaría que olvidaron entonar el Himno).

Brillaba todo. El piso recién encerado, los vidrios de las ventanas, los libros forrados con papel araña azul, los frasquitos con formol conteniendo —por orden de aparición— un cerebro, una nariz, una dentadura perfecta, un par de ojos, una mano, una víbora y otros bichos muy bien conservados; el grupo de mapas, los retratos de próceres recolectados de todas las aulas para decorar un poco el ambiente y, por supuesto, yo: el esqueleto que estaba parado como un centinela.

Las personas allí reunidas recorrieron el salón con la mirada en pocos segundos y, en menos aún, descorcharon unas botellas de champán para acompañar —luego del brindis— las masas y sandwichitos de miga ubicados en cuatro escritorios con manteles blancos y almidonados para la ocasión. Concluido el acto, la gente se fue retirando, y a los pocos minutos una señora sacó los restos de comida, los vasos, los manteles y hasta los escritorios. Pasó un escobillón, bajó las persianas y así, en penumbras, abandonó el recinto inaugurado y nos encerró con llave.


Al día siguiente, la biblioteca se abrió apenas los chicos terminaron de cantar Aurora para izar la bandera.

De a un grado por vez, arrancando con los de séptimo, los alumnos empezaron a llegar con sus maestras a conocer el lugar. A casi todos se les ocurría lo mismo: pararse frente a la puerta, observar la placa, formar tomando distancia para no amontonarse al atravesar la puerta y entrar en silencio. Hacían un recorrido que empezaba por los libros: los de texto por allí, las enciclopedias por acá, los de entretenimiento por el otro rincón, etcétera. (Había que aprender a distinguir unos libros de otros por el tamaño, ya que todos estaban forrados del mismo color.)

Continuaban por los mapas: los alumnos debían estar encantados de asistir a una escuela con semejante cantidad de material para conocer mejor la geografía del mundo. Acto seguido, un rápida mirada a los frascos con formol: el cerebro, la dentadura, (algunas maestras, algo impresionadas, desviaban la vista antes de llegar a la víbora mientras los chicos se baboseaban deslumbrados). Por último me mostraban a mi aclarando que el cuerpo humano está formado por 206 huesos y que eso (o sea yo) era una réplica perfecta.

La única persona que encaró las cosas de otra manera fue la señorita Ofelia.

Primero, porque no hizo formar a los chicos para entrar.

Segundo, porque se sentó en el suelo con ellos.

Tercero, porque les empezó a leer los cuentos de un libro que encontró.

Y cuarto, porque no me presentó como el esqueleto.”Saluden al flaco”, dijo, y me señaló como al pasar.

Leyó un cuento gracioso y los chicos se rieron hasta contagiarme. Supongo que los huesos se me movieron y en el tumulto no se notó.

Después del gracioso, contó un cuento de amor. Triste, para mi gusto.

El tercero fue una historia de flamencos de la selva. Dejó para el final el de terror.

A partir de este último cuento, el clima en la biblioteca pareció cambiar. Los ojos de todos empezaron a abrirse y los corazones a inquietarse. Los latidos de unos cuantos retumbaron en el silencio acrecentando el misterio y la desazón.

Por mi parte, la tenebrosa historia que la señorita Ofelia contaba empezó a aterrorizarme y a ponerme los huesos de punta desde el empeine hasta el occipital. El pánico me fue ganando de tal modo que cuando me quise acordar estaba temblando como un cobarde.

Los desencantos de un vampiro a punto de atacar a una muchacha hermosa pusieron mis nervios a la miseria y los 206 huesos de mi estructura empezaron golpearse unos contra otros haciendo el mismo ruido que las cortinas de caña cuando se mueven.

Así se encadenaron los sucesos desde entonces.

El que más miedo tenía de los chicos fue el primero en descubrirme y al principio sólo atinó a patalear para que lo escucharan.

“El esqueleto se mueve”, trataba de decir y las palabras se le quedaban pegadas en la boca. “El esqueleto se mueve”, insistía mientras los demás intentaban descifrar sus extraños sonidos. Hasta que al fin le entendieron, me vieron y todo fue mucho peor.

Los gritos atravesaron las paredes del colegio. Los chicos atravesaron en masa la puerta de salida de la biblioteca y la señorita Ofelia, desconcertada, cayó desmayada a mis pies. La ambulancia llegó a los quince minutos del hecho.

Los enfermeros se llevaron a la maestra.

La directora bajó la persiana y la biblioteca se cerró hasta nuevo aviso.

El nuevo aviso fue a los pocos días. Cuando los ánimos se tranquilizaron y todo pareció volver a la normalidad.

De más está decir que nadie creyó la historia que la señorita Ofelia y los chicos contaron con respecto a mí. No obstante, y seguramente por las dudas, a partir de ese entonces la biblioteca sólo fue visitada por alumnos que eran enviados a buscar mapas, maestros de ciencias que llevaban frascos con formol para sus clases y revoltosos que en vez de ser despachados a la dirección por portarse mal, cumplían su condena entre los libros, los mapas y yo.

Fue precisamente uno de los revoltosos, Jaime, el que cambió mi vida.

Aburrido de tener que pasar tantas y tan largas horas castigado en la biblioteca, una mañana se puso a leer. Abrió el primer libro que encontró (total todos estaban forrados de azul como si fueran el mismo), y en voz alta leyó lo que sigue:




LOS HACEDORES DE LEONES

En cierto lugar vivían cuatro hermanos que se querían mucho. Tres de ellos habían estudiado todas las ciencias. Pero no habían aprendido cómo ser prudentes y humildes.

El cuarto no había estudiado más que lo necesario, pero era un joven sencillo y muy ingenioso.

Una vez, decidieron salir juntos de viaje y a poco de iniciar el camino por el bosque se encontraron con el esqueleto desarmado de un león.

Dijo el primero:

—Vamos a probar nuestra ciencia: aquí hay un animal muerto. Podemos devolverle la vida con nuestro saber. Yo sé ordenar y juntar los huesos.

Dijo el segundo:

—Yo sé poner la piel, la carne y la sangre.

Dijo el tercero:

—Yo sé darle la vida.

Y tras hablar así, el primero juntó los huesos y el segundo les puso la piel, la carne y la sangre. Y cuando el tercero estaba a punto de darles vida se lo impidió el cuarto hermano diciendo:

—Es un león. Si le das vida nos matará a todos.

Pero el otro contestó:

—¡Tonto! No permitiré que la ciencia sea algo inútil en mis manos.

—Pues espera un momento hasta que yo haya subido a árbol —dijo el cuarto.

Así lo hizo. El león recobró la vida, dio un salto y mató los tres sabios hermanos.

El prudente y astuto bajó del árbol cuando el león ya se 1 había alejado. Lloró por la muerte de sus seres pero volvió vivo a su casa.




Cuando Jaime terminó de leer el cuento, me miró, se rió de costado y yo supe que algo me iba a pasar. Lo presentí a la altura de las costillas, en la zona donde hubiera tenido que estar mi corazón. Me cuidé de no temblar para no arruinar las cosas.

Sin embargo sonó el timbre y esta vez el chico no hizo nada más importante que desaparecer.

Los días empezaron a pasar sin novedades desde entonces. Hasta que una mañana de viernes, ayer mismo, la puerta de la biblioteca se abrió sigilosamente y entró Jaime con una bolsita en la mano. Dio instrucciones a unos cuantos para que vigilaran desde afuera y cerró.

Primero sacó los ojos del frasco de formol y me los colocó con goma de pegar en las cavidades correspondientes. Después me metió la dentadura como pudo. La nariz. Me puso una peluca que venía pegada a un gorro y por último me vistió.

De la bolsa también sacó una camisa celeste, una corbata, un pantalón largo grande. Por fin me puso un delantal como el de él, zapatillas tipo botines y una bufanda para disimular el cuello.

—Bueno, flaco —me dijo cuando sonó el timbre de salida—. A formar.

Entre él y otros me ayudaron a llegar hasta el patio donde estaban las filas las filas. Me sentí el esqueleto más feliz del mundo a pesar de las risas de mis compañeros. Todos me querían tocar.

Me agarraban la mano huesuda para saludarme y hacían un barullo espantoso.

Cuando se fueron me quedé solo en el patio. No tenía adónde ir.

Entonces traté de recordar cómo articular los movimientos y poco a poco me fui acercando a la biblioteca otra vez. Ahí estaba mi lugar. Llegué cansado con el ánimo y las ideas renovadas.

Así es como me siento ahora mientras trabajo sin pausa. Tengo sólo este fin de semana para mejorar las cosas.

Ayer, con la ayuda de la portera que es medio chicata, nos trajimos unas sillas. Hoy ya cosí unos almohadones. Descolgué los retratos de los próceres y los cambié por unos afiches con personajes de cuento que encontré en unas revistas. Lo que sigue es sacar el papel araña que forra los libros, y dejar al aire las tapas que están llenas de dibujos y dicen cosas que pueden interesar.

El domingo, cuando termine, me voy a pegar un baño. Quiero estar limpio y fresquito para cuando llegue el lunes. Me propongo contarle el secreto a la señorita Ofelia. Con su ayuda y un poco de suerte, capaz que me nombran bibliotecario. Y todo.



FIN

"El esqueleto de la biblioteca", de Silvia Schujer. En Puro huesos.
Editorial Sudamericana. 1994. © Editorial Sudamericana S.A..



Colección: “Las Abuelas nos cuentan”
Ministerio de Educación de la Nación
Secretaría de Educación
Plan Nacional de Lectura


Visto y leído en:

EDAIC Varela (Equipo Distrital de Alfabetización Inicial y Continua)
http://edaicvarela.blogspot.com/2013/07/dulce-de-beja-de-silvia-schujer-cuentos.html

Prácticas del Lenguaje (El material que se publica en este sitio tiene fines educativos)
https://adrianamarron.blogspot.com/2014/06/silvia-schujer.html
"Argentina crece leyendo"


“Por una biblioteca popular más inclusiva, solidaria y comprometida con la sociedad”
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