Biblioteca Popular José A. Guisasola


CUENTO



A Felipe le faltaba un cachito. Buscó sobre el escritorio, debajo de la cama y dentro del ropero. Buscó sobre el ropero, dentro de la cama y debajo del escritorio. Y como no lo encontraba, salió de la pieza a pedirle a su mamá. La mamá de Felipe estaba en la cocina leyendo el diario. Con la cara que ponen las personas cuando leen el diario. Ni asá ni asé. Simplemente, así.

-¿Me podés dar un cachito? –preguntó Felipe.

-Acá no tengo –le contestó la mamá.

-¡Dale, má! ¡Dame un cachito! –insistió.

-Fijate en mi cartera, a ver si hay.

Buscó sobre el monedero, en el fondo de la cartera y dentro de la billetera. Buscó sobre la billetera, en el fondo del monedero y dentro de la cartera. Como no lo encontraba salió rumbo al patio a pedirle a su papá. El papá de Felipe estaba en el techo arreglando la antena de televisión.

-Necesito un cachito –le dijo Felipe.

-Y yo necesito un montón –le contestó su papá. Y creyendo que había dicho algo graciosísimo se puso a reír como loco y estuvo a punto de decirlo otra vez. Pero no. Cuando vio que Felipe se ponía serio, siguió arreglando la antena de televisión. Como no lo encontraba en su casa, Felipe fue a caminar por el barrio para buscar un cachito “porai”. Se paró frente a un quiosco y preguntó:

-¿Tiene un cachito?

-Sí –contestó el quiosquero.

-¿Me lo puede prestar?

-Te lo puedo vender.

-¿Y si no tengo plata?

-Si no tenés plata, otra vez será.

A Felipe le faltaba un cachito, solamente un cachito. Nada más que un cachito. Y, aunque parezca mentira, no lo podía encontrar.

Buscó entre las baldosas, debajo de sus pasos y en medio de la gente. Buscó entre paso y paso, dentro de la gente y en medio de las baldosas. Hasta que se hizo un poco tarde y decidió volver a su casa.

Fue entonces cuando un chico que pasaba en triciclo por la misma vereda por la que Felipe volvía, levantó algo del suelo y le dijo:

-Se te cayó algo.

-¿Qué cosa?

-No sé –contestó el otro-. Un cachito…

-¡Mi cachito! –gritó Felipe mientras el nene se alejaba en el triciclo.

Y cuando lo agarró y miró, y vio que era el cachito que le faltaba, pegó un salto tan alto que pensó que nunca iba a poder bajar. Pero bajó. Y pudo seguir caminando. Y llegó a su casa. Y se metió feliz en su pieza.

No se imaginan… no se imaginan la cantidad de cosas que inventó Felipe con un cachito. Apenas con un cachito.


FIN


Ilustración de: Ricardo Rossi
http://ilustrarossi.blogspot.com/

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